La creación artística ofrece varias interpretaciones. En el caso de Waltraud Maczassek, podemos ver su obra en conjunto como un proceso de génesis, con un desarrollo que nos lleva de unas formas nacidas del caos primigenio propio de toda obra de arte, a una clarificación que cristaliza en geometría que posteriormente se flexibiliza hasta ocultarse en un nivel invisible del cuadro. No es un fruto que surja ni solo, ni principalmente, de la razón, en un acto voluntario, sino en obediencia a una voz interior.
El punto conceptual de llegada será el de la conciliación de los contrarios. La serenidad, el remanso de las aguas que no cesan, sin embargo, de fluir. Signos de esta inquietud, de este anhelo, denotan una necesidad espiritual. Todo fluye, y no hemos de dejarnos atrapar por las cosas, para nada que impida la identificación con el cosmos, evocado en estas pinturas, para fluir también. Aparecen pequeñas manchas o trazos que pueblan el espacio y crecen armónicamente, con ritmos musicales de fina sensibilidad. La música es siempre el último y más profundo estadio de la obra de arte. Una música silente, que sólo podemos oír si nosotros, física y mentalmente, permanecemos en el mismo silencio que guarda la obra.
Estas tres fases están implícitas en cada una de estas obras, han pasado por ellas y, al mismo tiempo, podemos observarlas en el conjunto, visto como una sola obra. Son distintos momentos de identificación con el cosmos, que producen la sensación de universos paralelos en constante crecimiento. La producción de Waltraud Maczassek constituye, en conjunto, una unidad y, al mismo tiempo, como en toda realización verdaderamente creativa, cada cuadro es una entidad distinta y autosuficiente, que tenemos que considerar única. La creación artística está siempre realizada en un proceso en que el creador opera en un plano donde el espacio interior, el de su mente, es uno con el exterior. Espacio y tiempo se han fundido en el momento de la creación para el artista, como lo harán en la contemplación atenta del espectador.
José Corredor-Matheos
a F. Amat
Em vas dir que entre la nit i el número vuit passava alguna cosa estranya. Jo vaig somriure sense creure't massa. Deies que en moltes llengües hi havia una proximitat misteriosa.
nit/vuit, nuit/huit, acht/nacht, noche/ocho...
M'hagués agradat saber-ne més però no tenia gaire temps perquè estava dibuixant el número vuit. Viure és dibuixar incansa¬blement, infatigablement, interminablement el número vuit. Dibuixar-lo, pintar-lo, gravar-lo sobre totes les coses del món. Per no sentir el buit que ens envolta i ofega. I així sóc jo mateix qui agafa el fil de la nit per teixir un vel d'indiferència blau. Però, a vegades, em deslliuro de la por tèrbola i, cansat d'estar cansat, em faig la pregunta que canvia una vida: quina és la teva nit? Llavors, els fils de la nit són les esteles que va deixar una estrella en caure a la Terra. No, no sortirem mai de la nit perquè la portem amb nosaltres. Els fils que creixen en el jardí nocturn ens empresonen i, alhora, ens fan lliures. El fil de la nit, els fils maleïts que mai no podrem entendre.
Santi López-Petit